El gasto energético es la relación entre el consumo de energía y la energía necesaria por el organismo. Para el organismo mantener su equilibrio, la energía consumida debe de ser igual a la utilizada, o sea que las necesidades energéticas diarias han de ser igual al gasto energético total diario.
El cuerpo humano gasta la energía a través de varias maneras: en la forma de gasto energético de reposo (GER), actividad voluntaria (física) y el efecto térmico de los alimentos (ETA). Excepto en sujetos extremadamente activos, el GER constituye la mayor porción del gasto energético total (GET). La contribución de la actividad física varía mucho entre los individuos.
Gasto Energético en personas mayores.
La población mundial, y especialmente la de los países desarrollados, está inmersa en un proceso de envejecimiento que conlleva importantes consecuencias negativas a nivel social y económico. Todos los expertos que estudian las consecuencias que para las sociedades modernas tiene el fenómeno del envejecimiento coinciden en afirmar que el problema fundamental es cubrir las necesidades de cuidados y atención a las personas dependientes (Abellán, 2002), cuyo número se está viendo enormemente incrementado como consecuencia del aumento de la población de avanzada edad.
Estas consecuencias se derivan fundamentalmente de la pérdida de independencia que está asociada a la vejez, entendiendo por ésta la capacidad de desempeñar las funciones relacionadas con la vida diaria, es decir, la capacidad de vivir con independencia en la comunidad recibiendo poca ayuda, o ninguna, de los demás (OMS, 2002).
La Encuesta sobre Discapacidades, Deficiencias y Estado de Salud de 1999 (EDDES 99) cifra en 3.528.221 el número total de personas en España con alguna discapacidad o con limitaciones que han causado o pueden llegar a causar discapacidades, lo que, expresado en términos relativos, viene a representar un 9 por ciento de la población. Los resultados muestran una clara correlación entre la prevalencia de las situaciones de discapacidad y la edad. Más del 32 por ciento de las personas mayores de 65 años tiene alguna discapacidad, mientras que entre las menores de 65 años la proporción de personas con discapacidad no llega al 5 por ciento. Aunque el aumento de la prevalencia es continuo conforme avanza la edad, a partir de los 50 años ese incremento se acelera de forma notable. La encuesta estima, en conjunto, un número mayor de mujeres que de varones con discapacidad (el 58,3 por ciento de la población con discapacidad son mujeres).
Una de las principales causas que explica la dependencia en las personas mayores es el deterioro de su capacidad física. Está bien aceptado que el propio proceso de envejecimiento conlleva una disminución a nivel general de todas las funciones del organismo reduciendo así la capacidad funcional de la persona (Timiras, 1997). A su vez también está bien aceptado por la comunidad científica que la disminución del nivel de actividad física de las personas contribuye notablemente sobre la disminución de su capacidad funcional (Miller, 2000). Por lo tanto podemos afirmar que dos de las principales causas de la dependencia es la edad y la disminución del nivel de actividad física. Actualmente no existe acuerdo sobre cual de las dos variables tiene un mayor peso sobre la disminución funcional, tal es así que Bortz (1982), se preguntaba si la disminución funcional era consecuencia del paso de los años o de la disminución del nivel de actividad física en los mayores.
El objetivo de este estudio fue estudiar la capacidad física en función de la edad y del nivel de actividad física.
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